Además de las nubes grises de la temporada de lluvias, el estancamiento político está desmoralizando a casi todo el mundo en las calles de la capital venezolana.

A diferencia de los más radicales, Carlos, que se define como un oponente moderado, no quiere una intervención militar extranjera para echar a Nicolás Maduro del poder. 

Sin embargo, le cuesta creer en el éxito de las negociaciones.

Cuando están en juego intereses rusos, estadounidenses, chinos o cubanos, no veo cómo una discusión en Noruega o Barbados resolverá nuestros problemas. 

Pero bueno, no hay otras opciones sobre la mesa en este momento, lamenta Carlos.

También es la opinión de Óscar, un chavista convencido. 

Pero según él, el problema no viene de las autoridades, ni de sus aliados rusos, chinos o cubanos.

El gobierno no se opone al diálogo, al contrario, pero será una conversación cuyo resultado ya ha sido definido por Estados Unidos. 

Porque ellos son los que controlan todo estima Óscar.

Sólo les importan sus intereses políticos, lo que ambos quieren es el poder. 

Así que nada cambia y la gente sigue sufriendo. ¿Cómo, entonces, podrían ponerse de acuerdo?, sentencia Vanessa, con una sonrisa cansada.

Por lo menos, estas negociaciones muestran que todos los venezolanos están de acuerdo en una cosa, la imposibilidad de dialogar.